lunes, 11 de octubre de 2010

Dios ha muerto

Ríos de sangre que corren, que ahogan el silencio de las verdades detrás de esta conciencia. El universo palpita el reflejo de la vida, esconde lo que el pasado dejó, florecen los sentimientos abstractos de una mente acomplejada por la nada. Lágrimas que recorren los furiosos ojos de aquel que alguna vez vio lo que su deseo dejó. Sin nada que pensar, sin nada que realizar, el rechazo de esta sociedad es el complejo de la verdad. Rompemos las cadenas de la injusticia, los asesinos mueren y los inocentes corren para en busca de su culpa. Los huesos de los hermanos se unen en eslabones de misericordia, palpitan el recuerdo de la insuficiencia vital. La caída del más grande es la furia del pequeño, el sueño corrompido por la soledad es convertido en un maleficio. Los ríos se convierten en mares de cadáveres, y la verdad nunca fue tan incierta. Bellas flores se resecan ante una ausencia, mis lágrimas ya secas prevalecen en el olvidado jardín. El apocalíptico tiempo de perdonar nuestros pecados ha llegado y a través de la fuerza de los caídos, nuestros cuerpos serán torturados. Lo que alguna vez hemos amado se evaporó por la sensación de una pérdida inevitable y prolongada. El pensamiento nihilista de la muerte de dios en realidad se ha convertido y el fruto prohibido es el postre de los arrepentidos.

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