jueves, 3 de octubre de 2013

Réquiem por Beatrice

La oscuridad era eterna y total,
La luna oculta entre nubes estaba,
Y del cementerio se recortaba
La vieja y rasgada tapia de cal.

Entre los árboles un vendaval
Agitando y moviendo hojas soplaba
Y, mientras, en la noche se ocultaba
Una presencia blanca y fantasmal.

El aullido de los perros, salvaje,
Nervioso, asustado, cada vez más,
A la noche lanzaban su mensaje:

"No deberías estar aquí, estás
En lugar de descanso." Su coraje
Sirvió, y entró sin volver la vista atrás.

El crujir de las ramas, incansable,
A sus pasos quedos acompañó.
Como una sombra se deslizó
Entre tumbas con paso inestable.

Perderse a oscuras era algo probable,
Mas al final con una cruz chocó
Y frente a su tumba se arrodilló.
Ante sus ojos, de nuevo, su tez agradable.

Destierra con su vista la fosa,
Aplastada por polvo, tierra y cruces,
Y la recordó, con su aroma a rosa.

Y con la luna entre el bosque de cruces
Recuerda con cariño, ve su losa,
Y llorando cae al suelo de bruces.

"¡Oh dulce flor de verano, amada!
¡Flor de labios carnosos y rosados,
De porte gentil y ojos almendrados!
¡Oh, mi diosa, inalcanzable y adorada!

¡Oh mi amada, por la muerte tomada!
Belleza y juventud fueron robados,
Mas por mí jamás se darán al olvido,
Dulce musa, bella y deseada.

Y tu nombre a la noche gritaré..."
-susurraba en el culmen del amor-
"... y tu memoria siempre lloraré."

De allí se marchó, llorando a su gran amor.
"Cada noche, querida, volveré."
Dijo arrastrando su desolación.

~

Noche, luna pálida y vigilante;
Los penitentes, que difuntos eran,
En la total oscuridad esperan.
Y entre polvo y memoria, Dante, expectante.

El viento le hostiga a irse, amenazante,
Fantasmas y espíritus desesperan;
Las rejas chirrían, tiemblan, esperan.
Y él marcha con la imagen de su amante.

Con sus ojos claros, bellos, hermosos.
Con su sonrisa alegre, primavera.
Con su figura y cabellos sedosos.

La Eva de su vida, mujer primera,
Fuente de pensamientos más hermosos.
Viva en la muerte, ella, imperecedera.



La Bête humaine

Tras los muros de mi cruel perdición,
Hallé, ennegrecida, cada gota carmesí,
Púrpuras las huellas dejadas con razón,
Deslucidos los desgarros, viles, tras de mí.

Imprudente descendí de la bestia al hogar.
Por azar o por fortuna acudí a su encuentro,
Donde las llamas danzan osando desafiar
de Dios, oculto tras arcángeles, el rostro.

Donde la señal de la cruz es vano refugio,
Para necios soñadores cazadores de quimeras.
Donde los muertos olvidados elevan su efugio,
Invocando del demonio las palabras verdaderas.

Allí vio mi vida, desgraciada, su final alcanzar,
Para encontrar, blasfemos, los besos profanados.
Cuando al correr la sangre de mi a escapar,
Renací, negro ángel, de los versos embrujados.


Fée verte

He vuelto a volcar el vaso sobre los escritos, con esta van tres veces ya. Me tiembla el pulso y apenas puedo escribir sobre el papel; está muy húmedo, rezuma alcohol por cada poro. Este olor a absenta no se irá fácilmente y presiento que estoy malgastando la tinta, la tinta... y mi dinero. Este es ya el último pago que malgasto persiguiendo al dragón, creo que ya acabó eso de comprar atisbos de genialidad con el dinero de mis encargos y más aun cuando ni siquiera puedo pasar de esta condenada línea.
Frente a sí se encontraba un descolorido folio de papel color café, con una oscurecida mancha provocada por la infame hada verde, sobre el que se dibujaban unos simples versos:

"Si tan solo pudiera de este tormento despertar,
Rasgar la realidad de mi demonio interno,
Sangrar gota de mi placer eterno,
Y desplegando mis alas desde la oscuridad volar."

Escapar, huir, volar de aquel lugar era lo único que se me pasaba por la mente, pero ¿por qué? ¿Huir de dónde? ¿De esa vida de mal vivir y negocios clandestinos con traficantes de versos rotos, de ese escritorio empapado como si de un acertijo propiciado por los vapores de oriente se tratase? ¿Qué maldita cosa debía hacer?

Un duro golpe de mi puño retumba en toda la estancia, un pequeño cuarto apenas iluminado por una tenue vela sobre el escritorio que trazaba las distorsionadas y esperpénticas sombras chinescas de la frustración de un escrito sobre una hoja de papel.

Derrotada por la falta de inspiración, cuántas veces habría parecido la humillación de la derrota ante tan monstruoso enemigo, cuántas veces habían sufrido sus sueños al ser sacrificados.

Un momento, ¿sueños? Eso es, lo tengo, lo descubrí, tengo la esencia, voy a escapar de este lugar, o de este estado, no sé muy bien como llamarlo, pero voy a largarme de esta espantosa y diabólica oscuridad.

Un papel marcado con unos versos, introducido en una malgastada botella del hada verde, un poco de fuego, la chispa que puede proporcionar una tenue vela en un oscuro cuarto... et voilà!

Una gran llamarada de refulgentes llamas verdosas que se alza inundando todo el escritorio, envuelto en sudor. Un trago de absenta me aclaró las ideas, unos trazos de tinta me dieron el sustento, luego mi mano simplemente se limitó a plasmar la inspiración.