La oscuridad era eterna y total,
La luna oculta entre nubes estaba,
Y del cementerio se recortaba
La vieja y rasgada tapia de cal.
Entre los árboles un vendaval
Agitando y moviendo hojas soplaba
Y, mientras, en la noche se ocultaba
Una presencia blanca y fantasmal.
El aullido de los perros, salvaje,
Nervioso, asustado, cada vez más,
A la noche lanzaban su mensaje:
"No deberías estar aquí, estás
En lugar de descanso." Su coraje
Sirvió, y entró sin volver la vista atrás.
El crujir de las ramas, incansable,
A sus pasos quedos acompañó.
Como una sombra se deslizó
Entre tumbas con paso inestable.
Perderse a oscuras era algo probable,
Mas al final con una cruz chocó
Y frente a su tumba se arrodilló.
Ante sus ojos, de nuevo, su tez agradable.
Destierra con su vista la fosa,
Aplastada por polvo, tierra y cruces,
Y la recordó, con su aroma a rosa.
Y con la luna entre el bosque de cruces
Recuerda con cariño, ve su losa,
Y llorando cae al suelo de bruces.
"¡Oh dulce flor de verano, amada!
¡Flor de labios carnosos y rosados,
De porte gentil y ojos almendrados!
¡Oh, mi diosa, inalcanzable y adorada!
¡Oh mi amada, por la muerte tomada!
Belleza y juventud fueron robados,
Mas por mí jamás se darán al olvido,
Dulce musa, bella y deseada.
Y tu nombre a la noche gritaré..."
-susurraba en el culmen del amor-
"... y tu memoria siempre lloraré."
De allí se marchó, llorando a su gran amor.
"Cada noche, querida, volveré."
Dijo arrastrando su desolación.
~
Noche, luna pálida y vigilante;
Los penitentes, que difuntos eran,
En la total oscuridad esperan.
Y entre polvo y memoria, Dante, expectante.
El viento le hostiga a irse, amenazante,
Fantasmas y espíritus desesperan;
Las rejas chirrían, tiemblan, esperan.
Y él marcha con la imagen de su amante.
Con sus ojos claros, bellos, hermosos.
Con su sonrisa alegre, primavera.
Con su figura y cabellos sedosos.
La Eva de su vida, mujer primera,
Fuente de pensamientos más hermosos.
Viva en la muerte, ella, imperecedera.